sábado, 3 de mayo de 2014

Hildegard de Bingen


Durante la Edad Media, era habitual el uso de especias y plantas para elaborar la cerveza. Y no fue hasta el 1516 cuando la Ley de la pureza alemana, obligó a sustituir el gruit por el lúpulo. Sin embargo, una monja benedictina ya había probado ha infusionar el mosto de malta con esta planta trepadora. Esta mujer a la que le debemos tanto, se llamaba Hildegard de Bingen.

Nació en el 1098 en el pueblo alemán de Bermersheim y murió en 1179 en el monasterio de Rupertsberg Bingen. Era de familia noble y por ser la menor de los 10 hermanos, la ingresaron en la abadía de Disibodenberg con 14 años. Gracias a la abadesa, Jutta Spanheim, aprendió teología, filosofía, música y medicina holística. Con 18 años, tomó los hábitos de la orden benedictina y 20 años después, tras la muerte de Jutta Spanheim, se coonvirtió en abadesa. Tras el ascenso se dedicó a escribir libros de distintas tématicas. Entre ellos narró las propiedades del lúpulo y sobre la utilización de esta planta en la cerveza.

Hildegard decidió a utilizar lúpulo porque observó que las bebidas dulces provocaban problemas en la vista. Con su utilización restaba dulzor a la cerveza evitando así esos problemas. Además consiguió que durará más tiempo en buenas condiciones. También utilizó esta planta para conservar distintos alimentos.

El 7 de octubre del 2012 el papa Benedicto XVI le otorgó el título de Doctora de la Iglesia.

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